Alain Berset

Vestido con un traje azul, el Consejero Federal Alain Berset está sentado en un bordillo de Nueva York, consultando sus notas: relajado como un estudiante, despreocupado como un artista, cosmopolita como un diplomático. La foto, tomada en 2018 durante la asamblea general de la ONU, plasmaba su confianza en sí mismo y la conciencia de la misión con la que este socialdemócrata de Friburgo se perfilaba como miembro no convencional del Gobierno suizo.

Alain Berset, de tan solo 51 años, sorprendió al anunciar que se retiraría del Consejo Federal tras las elecciones federales de otoño. Durante los doce años que pasó en el Ministerio de Interior le tocó lidiar con complejos problemas como los crecientes gastos de sanidad y las pensiones de jubilación, que apenas logró sacar adelante. En los años de la crisis del covid, este hedonista declarado gozó de gran popularidad por su liderazgo al frente de la nación.

En ocasiones, su línea de conducta llegó a desviarse de lo políticamente correcto: como piloto de avión aficionado, Berset se adentró en el espacio aéreo galo sin permiso; tuvo una aventura extramatrimonial, que provocó un intento de chantaje en su contra. Pero Berset superó estos líos amorosos con naturalidad, sin que pusieran en entredicho su popularidad.

Más grave fue el hecho de que durante la crisis del covid al parecer circuló información confidencial entre el portavoz de Berset y el Presidente del Grupo de Medios de Comunicación y Entretenimiento Ringier, con lo que Berset puso en peligro la confianza de los ciudadanos en el Consejo Federal.

Con el anuncio de su dimisión, Berset vuelve a poner en vilo a la política suiza. Si las elecciones parlamentarias de octubre provocan cambios en las correlaciones de fuerzas entre partidos, la asignación del escaño de Berset en diciembre podría conducir a modificar la “fórmula mágica” que ha estado imperando en el Consejo Federal: dos UDC, dos PLR, dos PSS, un Centro.

JÜRG STEINER