Noticias del Palacio Federal
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Si una ciudadana suiza pierde sus documentos en Cuba, acude al consulado. Cuando una pareja suiza trae un hijo al mundo en Australia o un suizo requiere asistencia en Kenia, también acuden a la representación suiza local. Todos pueden contar con una red cuyos orígenes se remontan a mucho tiempo atrás: el primer consulado suizo se abrió en Burdeos, en 1798.
En la actualidad, hay representaciones suizas en todo el mundo. Casi todos los países cuentan con una representación que sirve de primer enlace con la patria para aquellos suizos residentes en el extranjero que tienen alguna pregunta o preocupación. Sin embargo, esto no siempre ha sido así: esta red se ha ido construyendo paulatinamente en el transcurso de los dos últimos siglos, con la apertura del primer consulado en Burdeos, en 1798.
Antes de esa fecha, algunos cantones ya mantenían representaciones diplomáticas y consulares en países aliados. Sin embargo, la Confederación aún no tenía legaciones, porque hasta que las tropas napoleónicas invadieron Suiza, esta no era más que un conjunto informal de territorios escasamente unidos por unos pocos intereses comunes.
A finales del siglo XVIII, toda Europa estaba impregnada de los ideales de la Revolución Francesa. Estos nuevos valores de libertad, fraternidad e igualdad también circulaban en Suiza, donde dieron lugar a manifestaciones y a un creciente malestar a partir de la década de 1790. En marzo de 1798, las tropas napoleónicas ocuparon la antigua Confederación y, el 12 de abril, proclamaron la República Helvética centralizada.
Una vez estabilizada la situación política, la República Helvética se fijó importantes prioridades en el ámbito de la política nacional e internacional. En un mundo que mantenía relaciones económicas cada vez más estrechas con los territorios de ultramar, la representación de los intereses suizos en el extranjero fue adquiriendo mayor importancia. Por ello, el 25 de agosto de 1798, el entonces Ministro de Asuntos Exteriores de la República Helvética confió a Marc-Antoine Pellis el primer mandato de cónsul helvético en Burdeos. Así se fundó el primer consulado suizo, el primer nudo de la red consular de nuestro país.
Marc-Antoine Pellis (1753-1809), natural de Vaud, fue un senador y político suizo. Cuando los ideales de la Revolución Francesa se adueñaron de toda Europa, el joven Pellis regresó a Suiza tras varios viajes por el continente.
Aquí participó en manifestaciones a favor de la revolución y en contra de la dominación bernesa en Vaud. En junio de 1791, el fracaso de los llamados “banquetes”, seguido de la detención de sus organizadores y la ocupación militar de la zona, obligó a Pellis a huir. En 1793, Pellis se estableció como comerciante en la ciudad francesa de Burdeos, a orillas del río Garona. En 1798, fue nombrado cónsul por el gobierno de la República Helvética, fundada según el modelo francés.
Tres años más tarde, en 1801, renunció a su cargo y regresó a Suiza, donde entró a formar parte de la Asamblea Legislativa y del Senado helvético. En los años siguientes participó en la política, tanto de la República Helvética como de Vaud.
Después de Burdeos, se abrieron otros consulados en Marsella, Génova, Nantes y Trieste. No es casualidad que los cinco primeros consulados se establecieran en grandes puertos europeos: fueron ante todo los intereses económicos los que impulsaron la creación de los consulados suizos. En una época en la que los barcos de vapor, el ferrocarril y el telégrafo aún no habían revolucionado el comercio internacional, las relaciones económicas locales directas revestían especial importancia. Estas ciudades portuarias eran centros neurálgicos del comercio mundial, donde desembocaban las rutas que unían Europa con ultramar y con las colonias europeas de África y Asia.
Aunque la defensa de los intereses económicos fue el principal motivo de creación de estos primeros consulados, no fue el único: la concentración de colonias suizas en las mencionadas ciudades portuarias también alentó la fundación de representaciones federales. Empresarios y comerciantes suizos se habían establecido en estas ciudades, en algunas de las cuales se reunían los emigrantes antes de embarcarse hacia el ultramar. Desde mediados del siglo XVI, Suiza fue un país de emigrantes: la presión demográfica, la pobreza y el subempleo empujaban sobre todo a los jóvenes a emigrar. Además de los comerciantes, un número creciente de mercenarios, educadoras, artesanos, investigadores y académicos suizos se asentaron en numerosas ciudades europeas y, a partir del siglo XIX, cada vez más al otro lado del Atlántico. En respuesta a sus necesidades, se fundó en 1819 el primer consulado suizo de ultramar, en la ciudad costera brasileña de Río de Janeiro. Años más tarde, en 1822, le seguiría un consulado en Nueva York.
Los cónsules nombrados para ocupar estos cargos eran, en su mayoría, residentes locales. Durante mucho tiempo, sus funciones no estuvieron definidas con precisión: tenían que informarse de sus cometidos y obligaciones por medio del correo o de entrevistas personales.
Les competía expedir pasaportes, informar al gobierno sobre la conducta de los ciudadanos suizos y velar por el cumplimiento de los tratados celebrados entre ambos Estados. Y también, como escribió Vincent Perdonnet, Cónsul suizo en Marsella, al Ministro Federal de Asuntos Exteriores, Louis François Bégoz, en 1799, “tender una mano fraternal a quienes se han visto sumidos en la desgracia por el infortunio o la injusticia, y proteger a los demás de los desastrosos y abominables efectos del odio y el engaño”.
Desde los años pioneros en que Marc-Antoine Pellis fue nombrado cónsul en Burdeos, la red consular de Suiza se ha ido entretejiendo a lo largo de los años. Su constante ampliación ha ido acompañada de un reparto cada vez más preciso de las tareas diplomáticas, consulares y económicas. Incluso hoy en día, la red sigue evolucionando para adaptarse a las necesidades de los nuevos tiempos. Sin embargo, su tarea fundamental no ha cambiado: ser el primer enlace con la patria para los ciudadanos suizos en todo el mundo.
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