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A veces son los pequeños e insignificantes detalles de la vida cotidiana los que se desvanecen cuando uno decide marcharse de su país. Por ejemplo, la imagen de las pintorescas barracas de los vendedores de castañas en el centro de la ciudad, el olor a castaña asada y las bromas de sus vendedores. Por tanto, no es sorprendente que hayamos recibido numerosos comentarios sobre el artículo dedicado a la cultura de la castaña, que hemos presentado en el último número de Panorama Suizo.
Nos alegramos mucho de recibir sus comentarios en revue.ch. Además, la plataforma de la comunidad de la Organización de los Suizos en el Extranjero (OSE) le permite participar en los debates abiertos o proponer nuevos debates. El enlace al foro de debate de Swisscommunity es el siguiente:
members.swisscommunity.org/forum
El artículo sobre la castaña como patrimonio cultural me remontó a mi infancia. De niña, y también en mi adolescencia, los puestos de castañas en Zúrich eran algo muy ligado al otoño; nuestros padres nos hacían felices de vez en cuando comprándonos una bolsita llena de castañas humeantes. Llevo décadas viviendo en Nueva Zelanda, también feliz; pero cuando leo artículos sobre Suiza como este, me emociono y deseo poder volver a disfrutar del “olor a marroni” y degustar una bolsita de castañas calientes.
Me crie en Basilea, y aún recuerdo perfectamente a los vendedores de castañas, todos italianos. Una bolsa (o “gugge”, como se dice en alemán de Basilea) costaba en aquel entonces unos 40 céntimos suizos; solíamos reírnos cuando los vendedores gritaban, con su acento, “assi marroni” [“castañas calientes”]...
En materia de policultivo, al castaño le gusta la compañía del avellano, el roble, el aliso negro, el helecho, el arbusto de Érica, la retama, la madreselva, el rábano picante, la hiedra, el cacahuete y los hongos. La conservación de los castañales responde a nuestra necesidad de estética y de vivir el paisaje. Como consecuencia del cambio climático, puede que los castaños se desplacen más hacia el norte. Como la producción de castañas abarca el período de agosto a diciembre, la transformación de los productos puede ser una fuente de ingresos suplementarios para quienes trabajan la tierra.
Otra mala decisión más. Sin hablar del aspecto estético, ¿quién mantendrá los paneles solares libres de nieve y hielo? ¿Cuánta energía se perderá en la distribución? En lugar de gastar el dinero en estropear las montañas, sería más sensato subvencionar instalaciones fotovoltaicas de particulares, para que la energía se produzca justo donde se requiere. Yo mismo tengo instalado un sistema solar sobre mi tejado.
Esto destruirá la belleza de Suiza. ¿Y qué ocurrirá con los residuos de los paneles solares, cuando tengan que ser sustituidos? Vivo en Australia y soy totalmente autosuficiente gracias a la energía solar. Pero mis paneles están sobre mi propio tejado: ¡no destruyo la belleza natural, y tengo energía gratuita! Para Suiza, la energía nuclear habría sido una solución mucho más segura y económica. Pero ahora, la importa de Francia.
El artículo no aborda la cuestión del almacenamiento de la energía solar. El sol solo brilla de día. El almacenamiento de grandes cantidades de energía en baterías y en forma de hidrógeno sigue siendo un problema sin resolver.
Enhorabuena por este artículo, informativo y conciso. ¡Un tema que Panorama Suizo debe seguir de cerca!
Cuando el sobre con las papeletas llegue a mi domicilio en Filipinas, ya habrán pasado las elecciones. Y nadie sabe por qué se volvió a suprimir el voto electrónico.
Llevo más de 50 años viviendo en Canadá y en su día me alegró la posibilidad de participar en los acontecimientos políticos de Suiza, pero después decliné la oferta cortésmente. No es que lo que ocurre en mi país natal y patria me sea indiferente. Los familiares, los medios y mis visitas esporádicas me mantienen informado. Es más bien el hecho de que, al residir de forma permanente en Canadá, nunca tendré que vivir con las consecuencias de mi “voto in absentia”, y considero que esto es, al menos, digno de debate. Sé que no se pueden hacer diferencias en el derecho suizo de ciudadanía, y que no se les puede ni debe quitar el derecho a voto a aquellos que desean hacer uso del mismo en el extranjero. Participar o no es, al fin y al cabo, una decisión personal, igual que para los que viven en Suiza.
Sé que la neutralidad forma parte de la identidad de Suiza y que es loable porque ofrece un asilo seguro a los perseguidos; pero, al mismo tiempo, no puedo evitar pensar en las numerosas personas que han sufrido debido a la neutralidad de Suiza: por ejemplo, el caso de Robert Mugabe, que depositó los recursos financieros de su país en bancos suizos para quedárselos personalmente. Debemos tener claro CÓMO decidir qué valores mantener y qué valores rechazar. Si deseamos, por ejemplo, ser un asilo seguro para todas las personas, independientemente de sus valores o creencias, entonces no deberíamos fabricar munición. Francamente, el humanismo tiene sus puntos débiles, porque el ser humano los tiene. No me gusta la idea de que Suiza sea atacada con la intención de minar su neutralidad (p. ej., nuestros “amigos” podrían pedirnos que manipuláramos los programas de software de seguridad). Pero también pienso que detrás de la protección de la neutralidad pueden ocultarse ideas, acciones y personas dañinas. Se trata, sin duda, de un debate importante.
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