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¿Cómo puede seguir impresionándonos Globi, ese personaje de cómic tan representativo de la cultura suiza, casi 90 años tras su primera aparición? Esto se debe sin duda a que Globi es una figura multifacética. En 1932, el ilustrador Robert Lips creó este pájaro humanoide sin camisa, con pantalón a cuadros y boina. Pero ¿quién hubiera imaginado que precisamente este exótico papagayo de eterna juventud marcaría tan profundamente la identidad nacional suiza?
En cualquier caso, ésta no era la intención original. Globi nació de la crisis económica de entreguerras: los grandes almacenes Globus buscaban una nueva mascota publicitaria. Ni bien llegó al mundo, “Globi soldado” se descubrió al servicio de la defensa intelectual del país, tras recibir el respaldo personal del general Henri Guisan. Luego, Globi intentó adaptarse a los tiempos; pero cuando sus autores lo enviaron de viaje por África, se comportó como un sabelotodo insensible y fue tachado de racista.
Sin embargo, nada frenó el éxito de Globi. Se pasaba el tiempo en Correos, en el hospital, en el servicio aéreo de salvamento, en un estudio de televisión o en los pastizales alpinos. De repente empezó a hablar inglés y a cocinar; lleva incluso unas semanas celebrando la cocina italiana. Y en sus últimas aventuras, Globi se pasea con el tenista Roger Federer.
Ambos son iconos, pero es Federer, la estrella mundial, quien se siente halagado por las atenciones de Globi. Quizá porque Globi, a la vez bonachón y astuto, nunca ha fracasado ante un problema. ¿No deberíamos sacar más provecho de su talento? En vista de la debacle política que ha provocado Suiza con el fracasado acuerdo marco con la UE, no hay duda de cuál debería ser la próxima misión del papagayo azul: “Globi y Europa”.
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